Nunca habíamos hecho cola para comer. Entre la ansiedad y el
orgullo de entendidos nos sobran razones para darle la vuelta a la esquina,
para seguir hasta la otra cuadra o para cruzar la calle en busca de la próxima
pizzería que, azar mediante, pueda ser un gran descubrimiento. Pero si hay algo
que somos más que hambrientos es fieles a los clásicos y Los campeones de
Barracas bien merecía un rato de algo que no puede ser descripto como una cola.
Para primera experiencia es buena. El caos de gente impaciente y ya casi
babeante que mira desde afuera a los comensales es superado por un diestro organizador
de masas que, armado de un noble papelito, registra una lista de espera que
admite el doble criterio de orden de llegada y adecuación a la cantidad de
comensales de las mesas liberadas.

Superamos el desafío y nos sentamos pegados a la ventana a
que nos miren a nosotros con envidia. El espacio es un clásico remozado.
Alcanza un detalle: las paredes están atestadas de posters de equipos de futbol
y fotos de Fangio como corresponde a la pizzería porteña que se quiere tradicional
pero lejos de la cinta, los bordes arrugados y la pátina polvosa y grasienta,
cada uno está enmarcado en vidrio y debidamente alineado. Falta mística o sobra
profesionalismo. No sabemos, pero igual vinimos por la pizza.
Ya que estamos en variaciones sobre lo clásico, nos gustan
algunas alteraciones tan diminutas que parecen dignas de uno de esos mundos
paralelos imperceptiblemente diferentes del nuestro. Enumeramos. Hay pizza a la
piedra y al molde (toleramos la indefi

nición, hay para todos los gustos aunque
tenemos el nuestro y creemos en la especialización) pero cada una tiene su
propia lista de gustos. Sugieren la posibilidad de que no sean idénticos.
Recomendaríamos atención para no caer en la trampa de los siempre engañosos
mundos paralelos. Siguiente: la pizza a la piedra viene en molde. Última, en el
mismo rubro: la pizza al corte también es a la piedra salvo en esos casos
imposibles como la pizza de verdura, ese clásico secreto que no debería ser
pasado por alto solo por verdoso.

Ahora a lo que verdaderamente importa. Pedimos a la piedra y
nos limitamos al tamaño mediano porque otra curiosidad es que grande no hay, se
llama super y es justamente super-grande. No lo asociamos a la serie de
variaciones anteriores sino más bien a ese rasgo quizás idiosincrático que
instala disputas con tácitos competidores sobre el largo y el ancho de avenidas
y ríos, además de por el tamaño y la forma (o incluso la unidad de medida) de
las pizzas. Como nos limitamos en el tamaño, nos excedemos en los gustos pero
equilibramos. De un lado, Ajo al óleo; del otro, Americana , que es muzzarella
con cebolla, algo así como una fugazza con queso invertida. Como no hay tres
lados, también pedimos una fainá.


Sigamos las evaluaciones en ese orden. La Americana gana por
cantidad de muzzarella y gracia en la cebolla frita con orégano. Y en las
aceitunas que son negras, tal vez otra cosa típica de este mundo paralelo.
Dudamos de la salsa de Ajo al óleo, otro clásico ignorado más que secreto (por
adictos al queso, claro), pero finalmente se trata del ajo y el óleo así que la
perdonamos: acá la cantidad es definitoria y no nos podemos quejar. Hasta ahora
la fainá es la que viene ganando. Finita como pizza a la piedra (o más finita,
como su equivalente, se entiende), bordes crujientes, burbujas estalladas y
vueltas a dorar por todos lados. Lo mejor. Hasta ahora porque nos reservamos
una sorpresa: cambiamos el postre por más pizza. Como solo nos mueve el deseo
de conocimiento, pedimos un surtido que complete el limitado panorama que
tenemos hasta ahora: muzzarella, napolitana, verdura y jamón y morrón. Cumplen
lo que prometen, doblemente tostadas como corresponde a su doble cocción como
pizza y como porción. Sus propiedades salen airosas: la masa se tuesta sin
endurecerse, el queso se fríe en sus jugos, solo pierde la Napolitana; no hay
tomate que se someta alegremente al doble fuego. Nuestros cuerpos perdonan el
exceso, aunque los que siguen esperando afuera tal vez no.

Los Campeones queda en Montes de Oca 856 (CABA)
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